Muchos os preguntareis, leyendo este título, que tendrán que ver la improvisación con la experiencia de usuario. Antes que nada, aclaremos los términos:
- ¿Qué es improvisar? Se trata de crear escenas de forma instantánea sin guión ni preparación previa. El jugador crea a la vez que interpreta. Hay personajes, conflictos, espacio donde sucede la impro… El actor es intérprete, director y dramaturgo a la vez. Los ejes básicos son la escucha activa, la co-creación, la empatía y la adaptación al cambio.
- ¿Y la experiencia de usuario? Es el proceso que lleva a cabo el usuario cuando interactúa con un producto o servicio. En este marco, intervienen multitud de factores: individuales, sociales, culturales… que condicionarán la experiencia de cada individuo, así como sus expectativas y experiencias previa. Improvisar nos permite desarrollar soft skills importantísimas en nuestro día a día: empatía, estimulación de la creatividad, comunicación, trabajo en equipo y adaptación constante al cambio.
Co-creación, escucha activa y empatía
Cuando improvisamos olvidamos el “sí, pero” para pasar al modo “sí, y además”. Se genera un clima de construcción en equipo donde cualquier propuesta es bienvenida, no existe el juicio ni la limitación: Un jugador propone y el otro se suma a su propuesta añadiendo una pieza más a la historia.
Generamos un clima de co-creación en toda regla: Co-creamos con nuestros compañeros de escena y también con el público que tenemos enfrente, ni más ni menos que nuestro target.
Entramos en un estado de escucha activa, estamos 100% pendientes de los que nos dicen los compañeros para poder reaccionar y dar una respuesta, asimismo, también estamos pendientes del público. Analizamos su reacción y actuar en función de lo que nos pida ya sea manteniendo el curso de la escena o dándole un vuelco para hacerla más interesante para nuestros espectadores.
Esta “pluriatención” nos permite desarrollarnos en nuestras capacidades disociativas para poder abordar distintos estímulos a la vez y ser capaces de dar una respuesta lo más adecuada posible.
El mero hecho de encarnar un rol, interpretar un personaje, nos pone en otro mood y nos estimula para empatizar con sus circunstancias y pensamientos. No es lo mismo pensar qué puede pasar por la cabeza del otro que ponernos en sus zapatos y darle voz y cuerpo.
Adaptación al cambio y creatividad
Improvisando estamos adaptando constantemente nuestra escena (servicio) a los inputs de nuestros compañeros y a las reacciones del público, así que nos encontramos frente a un método totalmente holístico. Esto nos permite desarrollar el pensamiento lateral obligándonos a dar respuestas creativas de forma ágil a los retos que van surgiendo durante la impro.
Es, también, una buena forma de entrenarse para la adaptación al cambio. Los juegos de roles o improvisación son elementos vivos que están en constante cambio, como nos sucede en la vida misma: no siempre depende de nosotros lo que sucede y no lo podemos controlar. Por lo que entrenarse en este tipo de dinámicas nos permitirá trabajar nuestra capacidad de adaptación al cambio, dándonos herramientas y facilidades para aplicarlo en nuestro día a día.
Aterrizándolo en nuestro día a día
Uno de los primeros beneficios que obtenemos incorporando este tipo de dinámicas en nuestro trabajo es el manejo de herramientas y habilidades comunicativas. Aprendemos a expresarnos mejor y también a escuchar para dar una respuesta más adecuada
Aprendemos a ponernos en los zapatos de otros, ya sean compañeros, clientes u otros stakeholders para poder resolver de una forma más coherente sus necesidades y retos.
Es un tipo de práctica que nos aporta conocimiento y técnicas para aplicar en cuestiones relativas al liderazgo y gestión de equipos, tanto en el mundo empresarial como personal. Nos ayuda a trabajar rompiendo las barreras jerárquicas, siendo una herramienta ideal para trabajar en procesos de gestión del cambio o resolución de conflictos.
Improvisar implica estar presente en el aquí y ahora, no valen las ideas preconcebidas ni los juicios. En definitiva, nos permite poner en práctica situaciones en un entorno seguro, ser capaces de reírnos de nosotros mismos y perder el miedo a equivocarnos.